La equidad sanitaria existe cuando todas las personas tienen la oportunidad de alcanzar todo su potencial de salud. Las desigualdades sanitarias se desarrollan cuando las condiciones económicas, sociales o ambientales no permiten que una persona alcance todo su potencial de salud.
El estado de Washington ha experimentado una reducción significativa en el consumo de tabaco en la población general y ha aumentado la concientización del público respecto de los efectos dañinos del tabaquismo. Sin embargo, el tabaquismo aún tiene incidencia y subsiste en algunas poblaciones. Por ejemplo, los adultos con un ingreso familiar menor a $25,000 presentan una incidencia del tabaquismo de entre 25 y 30 por ciento, mientras que los adultos con un ingreso familiar de $75,000 o más presentan una incidencia de tabaquismo del 10 por ciento. Además, los hogares con ingresos bajos tienen una mayor tendencia a estar expuestos al humo de segunda mano, tienen menos acceso a los recursos que pueden ayudarlos a dejar de fumar y es posible que tengan más publicidad de tabaco en su barrio que los hogares con ingresos más altos.
Estas diferencias se reflejan en las desigualdades sanitarias relacionadas con el tabaco, que ocurren cuando las comunidades, los grupos y las personas tienen resultados sanitarios “peores” en comparación con el resto de la población. A menudo, las desigualdades se producen en grupos identificados según su raza u origen étnico, sexo, orientación o identidad sexual, edad, discapacidad, condición socioeconómica o ubicación geográfica.
Para eliminar estas desigualdades relacionadas con el tabaco, debemos garantizar que todas las personas se beneficien de las políticas y los programas adecuados relacionados con el tabaco, y que reciban los recursos apropiados para construir y fortalecer sus comunidades. Eliminar las desigualdades sanitarias beneficia a todos.